lunes, 6 de agosto de 2007

¡VICTORIA!


Arrancando de mi pecho un lustro de vanidades y arrojos, me deshago del sufrimiento que me da la valentía. Remando costas de nutridos calvarios me di cuenta de los errores del heroísmo. Soberbia madurez soñada en templos de ardor adolescente.

Pero yo vencí a la violencia desatada, a los ídolos de la sangre coagulada, a las simas del terror producido por mis manos, a las masacres y a los desprecios. Ahora danzo con mis hachas como un dios indio, creo y destruyo solo sobre mi mismo. Las personas somos demasiado valiosas para jugar a la suerte; y somos peores cuando no nos masturbamos.

¡Victoria! sobre las caídas lentas, sobre los flujos flamígeros, sobre lo negro del alma.

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